Crac by Jean Rolin

Crac by Jean Rolin

autor:Jean Rolin [Rolin, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2019-08-31T16:00:00+00:00


En una novela que creo que no se ha traducido nunca al francés (y que quizá no haya que lamentarlo), La hermandad, cuya acción se desarrolla en la época de las cruzadas, Rider Haggard, el autor de Las minas del rey Salomón, hace que su heroína, Rosamund, pase unos días en el castillo de Masyaf. La descripción del castillo es grandiosa. Pero antes de que lleguemos a ese punto conviene presentar brevemente a Rosamund, que los azares de las cruzadas, en ocasiones felices, han hecho que sea el fruto de los amores de la propia hermana de Saladino con un caballero inglés, normando incluso, de nombre Andrew d’Arcy. Naturalmente, esta Rosamund es de una belleza perfecta, además de tener otras muchas cualidades, de tal manera que Saladino, a pesar de que ella haya sido educada en Inglaterra y en la religión de los kuffar, está dispuesto a todo para recuperar a su sobrina. Y no es el único: de manera que Rosamund, mientras navega inocentemente hacia Tierra Santa a bordo de una galera, es secuestrada por unos esbirros de Sinan, el jefe de la secta de los Asesinos, que la conducen hasta este en su guarida de Masyaf. Y es entonces cuando intervienen los dos primos de Rosamund, dos valientes caballeros llamados Godwin y Wulf, que, como pueden imaginar, no son insensibles, ellos tampoco, a los encantos de su prima. Y así una vez tras otra. Cuando por fin divisan Masyaf —después de ponerse en forma tras un encuentro la noche anterior con una leona a la que no le gustó nada verlos instalados en su guarida—, Godwin y Wulf descubren «una vasta llanura, cubierta de pueblos, de campos de trigo, de olivares y de viñedos» en medio de la cual «se levanta una gran montaña que parece estar rodeada por completo de una muralla», y cuya cima está ocupada por «un enorme castillo con numerosas torres». Sin entrar en los detalles del sistema defensivo descritos por Rider Haggard, podemos mencionar no obstante su componente último y más espectacular, a saber, un foso de una profundidad de noventa pies (poco más de veintisiete metros), probablemente inspirado en el de la fortaleza de Saône/Saladino. En el interior del castillo las habitaciones destinadas a los huéspedes (incluidos aquellos que se autoinvitan de improviso, como Godwin y Wulf) ponen a disposición de estos, entre otros refinamientos, una pequeña tropa de mujeres jóvenes que cantan con una voz dulce acompañándose del arpa y del laúd. Resumiendo, Sinan sabe cómo recibir cuando quiere tomarse la molestia. A Lawrence todas estas bobadas le hacen sonreír, y anota en su tesis que la descripción de Rider Haggard es «espléndidamente imaginativa», y que el auténtico castillo de Masyaf, por lo que a él respecta, es «absurdamente frágil» y apenas da para prisión u hospicio, que era en lo que lo habían transformado cuando él lo visitó en 1909. Pero amén de esta debilidad defensiva del castillo de Masyaf —a la que los francos, que no tuvieron parte alguna



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